martes, mayo 13, 2008

COLUMNA DE OPINIÓN: ISLAM

El verdadero abismo

No es cuestión de países pobres o ricos, de creyentes o infieles, de democracias o califatos. El problema de fondo es la ausencia de autonomía e independencia que impera en las regiones musulmanas, sobre todo, en lo que se refiere a la igualdad entre géneros y a la libertad de expresión.

Antonio Jarabo Velayos


La incompatibilidad entre el Islam y la democracia existe desde que sendas concepciones nacieron. En el último siglo, se han dado numerosos intentos de convivencia en muchos países musulmanes. La idea motriz de esta unión se apoya en que el Islam es una religión de amor y concordia, perfectamente preparada para combinar la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Y es que el fracaso de la democracia liberal en las sociedades musulmanas tiene su fuente en la naturaleza, en la cultura y en la sociedad islámica, incapaz de compartir las mismas ideas de libertad grabadas a fuego lento en la civilización europea y americana.


Es evidente que los pueblos musulmanes carecen del nivel de libertad que existe en la cultura occidental. Y ese es el verdadero abismo que les separa. Lo que no entiende el Islam del occidental es su enorme grado de libertad, a partir de la cual han podido construirse las sociedades más exitosas de la historia sin la necesidad de uniformar hábitos y costumbres. Por este camino, la cultura occidental ha relegado la religión a lo individual, dando muerte al Dios del pueblo. Por esta razón, al mundo musulmán no hay que ofrecerle democracia. Lo que necesitan es mayor libertad individual. Ese es el único camino para que entiendan que la religión es una decisión personal. Llegados a este punto, creo que para que se produzca una diálogo sin fisuras, es primordial que se conozca la forma de pensar del interlocutor. Por consiguiente, es importante conocer de dónde viene el Islam para saber cuál vía va a tomar en el futuro. De esta manera, es muy útil asimilar una serie de rasgos históricos que marcan la forma de pensar islámica para así no caer en el pecado de ser intolerantes con lo que desconocemos.


Comencemos por el principio. En el año 570 nació en la Meca quien sería el creador de una nueva religión monoteísta. Nos referimos a Mahoma, un comerciante de caravanas, que a causa de sus continuos viajes había podido comprender las dos religiones monoteístas del Cercano Oriente: la judía y la cristiana. Cuando tenía cuarenta años, Mahoma vivió en un sueño la revelación de que el sería, a partir de ese momento, el guía de una nueva religión, el Islam, cuyo significado es “sumisión al Dios Alá”. En su labor de transmitir el mensaje divino, Mahoma se encontró con enormes dificultades, hasta el punto de que en el año 622 tuvo que refugiarse en Medina, ya que los habitantes de la Meca rechazaban la nueva religión. Esto es lo que se conoce como la Hégira, fecha en la que comienza el año cero del calendario lunar musulmán.


Todos estos parajes aparecen reflejados en el Corán, libro sagrado del Islam. Este tratado fue escrito por los sucesores de Mahoma, ya que éste era analfabeto, y en sus páginas se encuentran las reglas básicas a las que deben someterse sus seguidores. Por ejemplo, para ser un verdadero creyente, hay que orar cinco veces por día mirando hacia la Meca, entregar obligatoriamente limosna al necesitado, no beber alcohol, ayunar entre la salida y la puesta del sol en el mes de Ramadán y procurar ir, al menos una vez en la vida, en peregrinación a La Meca. Estos preceptos deben observarse a través de una lucha interior contra toda creencia que se oponga a las reveladas y contra todo pueblo que intente combatirlas. El medio de lucha que propone para ello el Corán es la temida “Guerra Santa”.


En el año 632, se produjo el fallecimiento de Mahoma. Sus cuatro primeros sucesores, llamados califas, fueron parientes suyos, los cuales se encargaron de extender el mundo musulmán por el noreste de África, Persia, Siria y Palestina. Desde entonces, pocas cosas han cambiado en la mentalidad del islamista, pese a ello, la distancia entre ambos mundos cada vez es mayor. Por esta razón, lo fundamental es que, una vez entendida la creencia mahometana, Occidente intente buscar la empatía con la religión islámica para verla con otros ojos y no relacionarla únicamente con el petróleo y el terrorismo integrista. Sólo así podrán dejarse atrás los prejuicios y lograrse lazos de unión entre ambas comunidades.

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jueves, mayo 01, 2008

ARTÍCULO SOBRE LAS RETRANSMISIONES DEPORTIVAS EN TV

El arte de retransmitir en directo por televisión
Una imagen vale más que mil palabras


Antonio Jarabo Velayos

Cuando uno se sienta el domingo por la tarde a disfrutar del partido de la jornada acompañado de una cerveza o cuando uno se levanta a las cuatro de madrugada para conocer los resultados de un Gran Premio de Fórmula 1, pocas veces se para a pensar en todas las horas de esfuerzo, trabajo y coordinación que hay detrás los señores que nos acercan de forma edulcorada nuestras citas con el deporte. Por esta razón, se puede definir a la retransmisión deportiva, sin lugar a dudas, como un género estresante para los comunicadores que la llevan a hombros, pero también como una suerte espectacular porque se trata de un trabajo que permite provocar emociones, sensaciones y sentimientos en la audiencia. De esta manera, las retransmisiones deportivas logran informar y entretener al destinatario a la vez que aúnan bajo su espacio la emoción y el espectáculo de la rivalidad propia del mundo del deporte.

El concepto de la transmisión por televisión de cualquier acontecimiento supone, simplemente, la posibilidad de difundir tal acontecimiento fuera del ámbito estricto que abarca la visión directa de cualquier persona que pudiera estar contemplándolo in situ. Esta afirmación tan simple es, sin embargo, el origen de todo un complejo proceso de operaciones y actividades que comprenden un buen número de personas y de medios técnicos y artísticos. Esta conjugación posibilita que estos hechos sean vislumbrados por miles de millones de personas en todo el mundo sin la necesidad de que se desplacen fuera de sus hogares, lo que, por otro lado, sería materialmente imposible por la propia capacidad física de los lugares en donde tales eventos se celebran.

Dentro del ranking de los acontecimientos más seguidos por televisión desde que ésta nació, destaca claramente la difusión de los eventos deportivos, que cada día aumenta más su importancia en el ámbito de la comunicación. En esto influye irremediablemente la facilidad de enviar y recibir señales de televisión de una a otra parte del planeta de forma instantánea y la sencillez para los interesados de apretar tan sólo un botón de su televisión para descubrir cómodamente lo que sucede en ese momento en un recinto deportivo. En los últimos años, el deporte se ha convertido en el maná o la fuente de ingresos más importante para las emisoras televisivas. Hacerse con los derechos de imagen de clubes, de los jugadores o de la retransmisión de acontecimientos deportivos ha provocado una férrea lucha entre los medios que incluso ha servido para redibujar el nuevo marco audiovisual del país, sobre todo, a partir de la irrupción de las plataformas digitales. Esta situación ha llevado a que muchos deportes se hayan convertido en el objeto de pelea y discordia entre las grandes empresas multimedia, como sucede, por ejemplo, con la llamada ‘guerra del fútbol’ que tiene en vilo actualmente a Audiovisual Sports y a la Sexta, defendida por Mediapro.

No obstante, una vez que los medios se hacen, por fin, con los derechos de retransmisión de algún acontecimiento deportivo, se produce de nuevo otro inconveniente. Y es que es entonces cuando los encargados de estos programas se ‘estrujan’ la cabeza para encontrar la forma más atractiva posible de presentar tales contenidos. Para alcanzar este objetivo, los medios diseñan una estrategia comunicativa que, sin olvidar un acercamiento informativo al acontecimiento, tiende a espectacularizar el deporte en cuestión con la intención de captar el interés y la atención de la audiencia. Pese a que este tipo de decisiones producen que el periodista deportivo tenga que apostar por el sensacionalismo y la exageración en sus informaciones, dicha espectacularidad aparece como una fórmula necesaria para conseguir el éxito de la retransmisión deportiva, entendiendo que el éxito no consiste en proporcionar a los telespectadores un buen producto, sino en que la cadena de televisión obtenga altas cuotas de pantalla como consecuencia de esa cobertura. En definitiva, como en cualquier otro negocio, lo importante es conseguir dinero contante y sonante y éste sólo se consigue con elevadas cifras de audiencia que aporten jugosos contratos publicitarios en el futuro.

En consecuencia, no es de extrañar que las retransmisiones deportivas televisivas de hoy en día se entiendan como un género periodístico pomposo y rimbombante que, en su empeño por informar en simultaneidad con el desarrollo de una peripecia deportiva, explota las posibilidades comunicativas del medio, determinadas por la combinación de las técnicas narrativas de los profesionales involucrados (periodistas, operadores de cámara, realizadores, operadores de sonido, etc.) y por el uso magistral de las tecnologías disponibles con el deseo de generar beneficios económicos mediante la creación de un drama que sea capaz de mantener a la gente pegada a la pantalla del televisor. Así, el aficionado puede, de acuerdo con su grado de conocimientos y de simpatía por el tema o por sus protagonistas, llegar a sentir y manifestar estados de euforia y alegría descontrolada o, por el contrario, caer en la rabia y el desengaño, según el devenir de su equipo o deportista favorito. Esta es la parte buena de proceso comunicativo, la que se olvida del dinero y se centra en hacer la vida un poco más interesante al público.

Pero, ante todo, las retransmisiones deportivas televisivas son un proceso comunicativo compuesto de dos grandes vertientes. Por un lado, el proceso periodístico, que se corresponde con la construcción audiovisual del acontecimiento que realiza el medio y, por otro lado, el proceso de recepción de lo emitido, que implica la reconstrucción y la comprensión del espectador de todo lo publicado. Si se desea que haya una equivalencia entre lo que se cuenta y lo que se entiende, la improvisación debe dejarse en casa. Como en cualquier otra producción televisual, el trabajo previo a la realización de una transmisión es quizás el más importante, pero en lo que se refiere al deporte, la complicación se hace aún mayor, ya que el trabajo se ejecuta fuera de los estudios de televisión y con frecuencia la emisión se hace en directo, por lo que es imposible el arreglo de cualquier fallo que pudiera surgir durante el desarrollo de la cobertura.
Por consiguiente, para evitar cualquier tipo de error, es básica una profunda preparación de todo lo relacionado con la producción. Debido a que un evento de estas características es algo singular e irrepetible, el espectáculo televisivo que se forma entorno a él debe tener presente de manera general la ubicación, los accesos y los emplazamientos de la zona, los materiales, equipos y personal necesarios, el sistema de transmisión de la señal y la forma de emisión más apropiada, así como la energía eléctrica a utilizar, las comunicaciones internas entre los empleados y todo lo relacionado con la puesta en escena del producto audiovisual.
Con estos fines como pauta a seguir, es habitual en este género la tendencia del productor audiovisual de intentar seducir a los potenciales seguidores a través de la incorporación de nuevas técnicas e innovaciones tecnológicas para conseguir una mayor implicación del público con la competición. En este sentido, un aspecto curioso de estos contenedores visuales es cómo el posicionamiento y el desplazamiento de la cámara se han ido adaptando a lo largo de los años a cada modalidad deportiva, lo que ha propiciado que, en muchas ocasiones, la cámara se coloque en emplazamientos insospechados. Sin embargo, el ingenio y la creatividad de los comunicadores ha enriquecido la calidad de las imágenes registradas gracias a la obtención de planos subjetivos que parecen imposibles, que sirven para refrescar la tradicional retransmisión deportiva y que aportan una ingente cantidad de datos antes inimaginables. Es decir, son perspectivas y ángulos que hacen diferente el visionado de la práctica del ejercicio físico y que con una simple ojeada impactan a cualquier apasionado del deporte.

A modo de ejemplo, se pueden destacar, a grandes rasgos, el uso de cámaras acuáticas en las pugnas vividas en la natación que nos permiten ver cómo los nadadores se sumergen en cada uno los virajes. También es llamativo observar como una estrella de la ACB o la NBA ‘destroza’ el aro en un mate mediante cámaras de televisión que se sitúan justamente detrás de los tableros de las canastas. Igualmente, es necesario mencionar la sensación de velocidad que se transmite con aquellas imágenes rodadas desde los monoplazas de la Fórmula 1 o desde las motos de gran cilindrada de Moto GP, una circunstancia que expone con facilidad todos los detalles y gestos realizados durante la conducción, mientras muestra los riesgos que corren los pilotos en cada tramo. Por no hablar, de aquellos camarógrafos que hacen del ciclismo una hazaña épica y que se juegan la vida ‘apalancados’ en una moto mientras graban la subida del pelotón en un mítico puerto de montaña.
Estos casos son sólo algunos ejemplos de los aspectos que componen las modernas retransmisiones, pero no son los únicos. En los últimos tiempos, junto a la labor fundamental del presentador de guiar y explicar todo lo que sucede en las instalaciones deportivas, han proliferado una serie de importantes elementos gráficos. Estos valen para completar toda la información que el aficionado ha recopilado de las imágenes que ve y de los comentarios que el narrador hace. Pero ahí no queda la cosa, el ascenso de las nuevas tecnologías obliga a los medios a adaptarse y, en ocasiones, reinventarse. Y eso es lo que viene sucediendo desde el año 2006 cuando se produjo la primera retransmisión deportiva, gratuita y en directo por Internet. Desde entonces, esta innovación ha revolucionado la retransmisión deportiva en todo el mundo, ya que los inmensos usos y posibilidades de la red permiten contar con un auditorio tremendamente amplío y heterogéneo, lo que significa todo un reto para los periodistas y, como no, una enorme fuente de beneficios. Las retransmisiones deportivas cambian y se actualizan cada segundo, por lo que es seguro que no habrá que esperar mucho tiempo para volver a vivir una revolución de una magnitud similar a la que existe en estos momentos con Internet. Lo que está claro es que, sea cual sea el formato y la tecnología empleada, en el caso de las retransmisiones deportivas en televisión se cumple a la perfección el dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”.

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