viernes, diciembre 10, 2010

PENSANDO DEMASIADO

Lucha a muerte…
Antonio Jarabo Velayos

A veces pienso que, si para que haya algo entre nosotros dos, tengo que luchar tanto, eso quizás quiera significar algo. No sé si es normal tener que pelear tanto para que una relación pueda llegar a buen puerto, cuando se supone que el amor es algo que debería ir fluido, que debería ser precioso, fácil y sencillo. No sé si tanto sufrimiento va a servir para que algún día esto salga adelante. No puedo evitar preguntarme si tanto esfuerzo merece la pena, cuando apenas siento que avancemos nada, y cuando cada día tengo más claro que yo soy el único que se preocupa por seguir manteniendo viva la magia. Y tengo un miedo atroz a la respuesta a todas estas cuestiones. Porque, como se suele decir, no hay más ciego que el que no quiere ver, y yo estoy aterrorizado porque no se si estoy preparado para escuchar la verdad. Y te aseguro que estas dudas no me vienen porque esté falto de ganas o porque ya no sienta nada por ti porque tengo clarísimo que cada segundo te quiero más y más. Eres lo único que realmente mi importa, para mí lo eres absolutamente todo, y no quiero perderte jamás.

El problema está en que mis ánimos están bajo mínimos y mi moral está muy desgastada. Hemos vivido muchas cosas buenas, mejor dicho maravillosas, me has hecho sentir más vivo que nunca, pero también he sentido el mayor de los dolores con cada uno de nuestros desencuentros. En resumidas cuentas, temo que si nos cuesta tanto estar juntos y ser felices, es quizás porque no estamos hechos el uno para el otro. Quizás nuestro destino nos lleve por caminos paralelos y todas las señales que he creído ver, sólo eran fruto de mis deseos incontrolados o eran el resultado de mis sueños de joven ingenuo que deambula perdido bajo la lluvia. Siempre he tenido la esperanza de que si luchaba con toda mi alma por ti, al final recibiría el premio que me merecía, pero ahora, quizás nublado por la nostalgia y el pesimismo navideño, siento que cada vez me quedan menos fuerzas y que tú te has rendido antes de empezar.

Todas las mañanas, cuando abro los ojos un momento antes de que suene el despertador, me despierto sobresaltado con una peculiar sombra anclada en mi cerebro. Se trata de la resaca de mis fantasías, de la huella que dejan mis anhelos de la fase REM. Son unos recuerdos de lo que he soñado que me duran pocos segundos en la mente, pero que me llevan siempre a ti. En esos pocos segundos, aunque parezca paradójico, paso de ser el hombre más feliz del planeta a convertirme en el ser más triste que nadie haya conocido. Y es que, por un par de décimas de segundos, dudo de si todo lo que he soñado es real y pienso que mi vida es perfecta si tú estás a mi lado. Pero al instante, el mundo se me viene encima, me agobio y hasta me entra angustia cuando recobro la cordura y me doy cuenta de que aún sigo sumergido en una lucha sin tregua. Una lucha de la que no soy capaz de retirarme. Una lucha en la que nadie apuesta por mí. Una lucha en la que me enfrento a la opinión opuesta de todos, en la que combato con los fantasmas de tu pasado, con tus dudas, vergüenzas y miedos, y en la que pierdo litros de sangre, sudor y lágrimas con cada estocada que doy. Una lucha que cada día me marchita un poco más por dentro. Una lucha a muerte…

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