martes, marzo 11, 2008

COLUMNA OPINIÓN: CUBA

Sin Fidel

El nombramiento de Raúl Castro como presidente de Cuba no supondrá ningún cambio, ya que la sombra del revolucionario Fidel seguirá presente en la isla.

Antonio Jarabo Velayos

A sus 82 años y después de llevar casi medio siglo en el poder, Fidel Castro ha dicho basta y ha abandonado su cargo como primer dirigente cubano. Se trata de una decisión que muchos deseábamos desde hace muchos años y que se ha alargado en el tiempo más de lo esperado. Sin embargo, hay que reconocer que un gobernante no puede sobrevivir al mando durante tanto tiempo sin el carisma y la personalidad extraordinaria del revolucionario cubano. Y es que desde su triunfal desembarco en Cuba en 1956 junto a 82 combatientes del Movimiento entre los que destacaban nombres como el de Ernesto Che Guevara, el líder cubano ha sido el principal baluarte de una rebeldía firme contra la potencia americana. Bajo su dirección, Cuba se ha convertido en un Estado genuinamente independiente que ha torpedeado el monopolio político de Washington, pero que, lamentablemente, ha sumido a sus compatriotas en una enorme pobreza. Por estas razones, para bien o para mal, el nombre de Fidel Castro se catalogará entre los legendarios personajes de la historia contemporánea junto a firmas tan reconocibles como la de Ho Chi Minh, Jawaharlal Nehru, Mao Zedong o Nelson Mandela.


En consecuencia, hay que decir que este éxito obedece a muchas causas, aunque la principal es su poder para evocar sentimientos y emociones en el auditorio. Es indudable que una de las principales características que le han acompañado durante toda su vida es la capacidad para generar polémica con el hemisferio occidental gracias a su ávida retórica. Una cualidad que utilizó en multitud de ocasiones como un pedestal desde el que logró que todo el planeta escuchara sus palabras. En este sentido, cuando se habla del jefe de la revolución cubana pueden suceder dos acontecimientos: o se le defiende con vehemencia, o se le crítica ardientemente, pero nadie se queda indiferente. Sus opiniones pueden ser compartidas o rechazadas, pero Fidel emplea un lenguaje que está al alcance de cada ser humano. Un buen ejemplo de esta idea es su famoso discurso “¡Un mundo mejor es posible!” que atrajo el interés de los medios de comunicación internacionales por el líder político que, al igual que Don Quijote, se mostraba dispuesto a luchar en solitario contra todos los vientos por los ideales de su país. Una circunstancia que, sin duda, fortaleció su posición, ya que como se suele decir, da igual que hablen bien o mal de alguien, lo importante es que se hable.

Y, ¿ahora qué? Es cierto que con la marcha del guerrillero comienza una nueva etapa llena de incertidumbres en el territorio comunista, pero que nadie se engañe, aunque Fidel se va, también se queda porque en la isla caribeña todo seguirá igual. La razón de este continuismo es que su relevo en el pulpito es su hermano, Raúl Castro, todo un títere al servicio de una política fundamentada en una dictadura sin libertades. Prueba de ello, es que la primera medida que ha tomado como mandatario es una propuesta de delegar y consultarle a Fidel los temas más importantes del devenir del país. De esta manera, como era de esperar, Raúl no comprende que el destino no le ha colocado en ese puesto para salvar a una revolución que hundió al país y que casi nadie quiere, sino para enterrarla ordenadamente. Es decir, que su mejor papel debería ser el de dirigir un cambio pacífico hacia una moderna y estable democracia que sirva para abrir a Cuba las puertas del mundo.

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